Cinco mujeres de ficción que moldearon mi personalidad
Sí, fui una jovencita impresionable.
¿Cómo, nueva sección? Así es. Me he propuesto que este espacio sea exactamente lo que quería que fuera, y, aunque parezca contraproducente abarcar varias secciones nada más comenzar en Substack, quiero seguir dejándome llevar con la ilusión de probar todo lo que este sitio ofrece. Seguro que a ti también te ha pasado 😍 Dame un momentito para presentarme y déjame hablarte de lo que más me gusta en el mundo: las series de televisión.
Mi nombre es Elena Martrod y no me callo nunca. Soy artista multidisciplinar, aunque oficialmente mi profesión es el periodismo. Amo narrar, tanto con palabras como con imágenes, desde detrás de la cámara o sobre un escenario. Te doy la bienvenida a esta pequeña familia creativa.
Mis primeras obsesiones legítimas: las series en mi infancia
Digo “legítimas” porque tengo una clara tendencia obsesiva desde que tengo memoria. Tranqui, nivel de peligrosidad: 0. Las series siempre han buscado enganchar al espectador, así que entiendo que esta obsesión era normal, correcta, aceptable, legítima, porque era lo esperable de una serie, igual que en la actualidad. Con el tiempo he sabido que no son obsesiones sino fijaciones; y que, de hecho, tenerlas puede ser muy útil para aprender habilidades nuevas y son bastante habituales en el TDAH. Pero centrémonos en lo que importa: ¿de quién quiero hablarte?
Si esperabas una lista de personajes y series míticos y de culto… bueno, la vas a encontrar, pero sólo a medias.
Lo primero que debo deciros es que nací en 1990, soy una millennial en toda regla, esa generación que hace unos años tanto se criticaba y por la que se preocupaba tanto todo el mundo… hasta que empezaron a llegar las redes y nos dimos cuenta de que los siguientes iban a acabar peor. Es broma. O no. El tiempo dirá 😜 El caso es que sé que Twin Peaks o Expediente X, por ejemplo, son seriazas con personajes icónicos, pero a mí me pillaron o muy pequeñita o con edad suficiente para darme miedo. Sin más dilación… ¡comencemos!
Voy a ir por orden cronológico de descubrimiento y de menos a más cañera. La primera es… ¡Punky Brewster!
Una niña aventurera, divertida y ocurrente que vestía todos los colores del mundo. Recuerdo que la veía los findes por la mañana y luego jugaba con mis amigas a que éramos las niñas de la serie, Punky, Cherie y Margaux (que escribíamos Panqui, Chéri y Margó). Me encantaba Punky, pero me solía tocar ser Margaux porque “era la más pija”. Y, como me gustaba el rosa, automáticamente yo era la más pija. En realidad, probablemente más que Punky en sí, lo que moldeó mi personalidad fue el ser su fan y que me asociaran más a la repelente de Margaux (cuando la que más se parecía a ella era la niña que me hacía bullying, pero por suerte no solía estar cuando jugábamos a Punky). No sé lo que opinaría Freud, por ejemplo, pero posiblemente se me quedó tarita por haber querido ser la divertida y darme cuenta de que me percibían como una pija repelente. Que igual lo era, oye, no digo que no. Después de todo, era la única que a veces llevaba bolso con 9 años [un bolsito de charol blanco, precioso, con forma cilíndrica, ideal; me empeñé en que me lo compraran en la feria de mi pueblo y nada me hacía más ilusión que salir con él un día que llevara mi abriguito de pelo, que entonces todas teníamos uno y el mío tenía a Chip y Chop por detrás, porque siempre he sido muy de ardillas, ya sabes, pero el caso es que mis amigas se rieron de mí, porque claro, qué pija era llevando un bolso. Nota de la autora: Miriam, te quiero, pero mi bolso era precioso, aunque lo más parecido que encuentro en google es este portabiberones].
¿Por dónde iba? Ah, sí. Que quería ser guay pero no me salía.
Xena, la princesa guerrera
Xena nació como un personaje secundario y episódico en la serie Hércules: Sus viajes legendarios. Al público le gustó tanto, tanto, que los creadores decidieron darle su propia historia en forma de spin-off. Mis mañanas de verano no estaban completas sin ver a Xena repartir h****** como panes, lanzar su chakram y hacer su característico grito de guerra. Ah, y “cortar el flujo de sangre al cerebro” de cada uno de sus enemigos. Porque con un par de golpes de sus dedos índice y corazón en el cuello de cualquier humano (no recuerdo si con las criaturas mitológicas también…), Xena era capaz de hacer que cualquiera se asustara lo suficiente para, en unos segundos, darle cualquier información. Y después, pam-pam, y cerebro regadito de nuevo, como una hortensia en el jardín de mi vecina del pueblo. ¿Quién necesita verosimilitud cuando Xena está al mando? Los personajes secundarios también eran geniales: Gabrielle, su leal compañera y probablemente amante, que pasaba de ser una mera admiradora de la princesa a una guerrera sabia y capaz de competir con ella; y Ares, el dios de la guerra que ya habíamos conocido en Hércules y que siempre estaba tramando algo contra Xena, o ayudando a Xena contra alguien que había tramado algo, o montándoselo con Xena, o deseando montárselo con Xena. Siempre me pareció que estaban enamorados pero que ella iba totalmente a su bola, y a ver quién tenía narices para desafiar a Xena, que te arrea una que te deja bailando una sardana (griega). Por eso, aunque con el tiempo he aceptado que entre Xena y Gabrielle podría haber algo, yo los shippeaba muy fuertemente (shippear en este contexto es querer que dos personajes estén juntos; aunque supongo que en otros contextos será… abarcar. Ba dum tss). El nivel de guaycidad de Xena era equivalente al de Punky, pero en versión adulta y empoderadísima, conclusión: quería ser como ella.
Prue, Piper y Phoebe: las Embrujadas.
Estas van en un pack porque en mi cabeza eran un poco de mi familia, de algún modo. Tres hermanas de edades similares (para mí esto era ya una fantasía, mis hermanos son bastante mayores que yo), con una casa preciosa, novios guapísimos (esto da para otro post, porque serie que veía, serie de la que me sacaba un amor platónico, desde bien pequeñita) y, lo mejor de lo mejor: ¡poderes! O sea. Poderes. ¿Hello? No me puedes decir que no te flipaban los poderes de estas tres brujas, las más poderosas en varias generaciones, las que las fuerzas del bien estaban esperando como agua de mayo para incorporar a su bando. Prue, con la telekinesis más discreta de la historia (entornaba los ojos como yo cuando no llevo las gafas y me creo que así voy a ver algo). Piper, con su capacidad de congelar a seres vivos y objetos en el tiempo (imagina poder parar un autobús cuando vas a perderlo. Es súper útil. Cuando va a atropellar a alguien, también, claro). Y Phoebe, con sus prácticas premoniciones. No podía usarlas para comprar lotería, porque eso era beneficio personal, y bla, bla; pero bueno, venían bien. Yo qué sé, para saber si llevar paraguas o no, por ejemplo. Lo guay era que ellas intentaban seguir viviendo sus vidas como si nada, y lo conseguían y les iba bien. Ahora, ATENCIÓN: SPOILER si no has visto esta serie que tiene ya dos décadas. La muerte de Prue, a nivel fan, para mí fue durísima. Mi primera favorita había sido ella, aunque luego cambié a Piper (todo el mundo tenía que tener una Embrujada favorita, si no, no eras fan fan). Y recuerdo el capítulo siguiente a su muerte (que creo que sucedió en un final de temporada, así que hablamos de un season premiere), cuando Piper se convierte en furia, una criatura mitológica malvada, por su sufrimiento, como impactante, cuanto menos. En mi cabeza, la opción de que una protagonista como Piper de repente pasara a ser mala como reacción natural a su propio dolor, simplemente no existía. Y verlo fue una apertura mental enorme para mí, que hasta ese momento sólo conocía protas buenas. De hecho, Xena tenía sus luces y sus sombras, pero en general siempre era buena porque se había reformado. Más adelante Phoebe se convierte en una banshee por motivos que no recuerdo, pero yo ya lo veía como “ah, bueno, claro, como Piper ha tenido su capítulo siendo mala, ahora le toca a ella”. Creo que tenía unos… 11 años cuando esto sucedió en la serie.
La única e inigualable, la Cazadora: Buffy Summers.
Salvadora universal y diaria del mundo. Pillé algún capítulo suelto en Canal + y, por fin, empezaron a ponerla regularmente a la hora de comer en verano. No puedo describir el enganche que yo tenía a esta serie, de verdad, no puedo con palabras. Creo que, en gran parte, fue por la edad; porque Buffy terminó en 2003, pero yo la vi algo más tarde, y en ese momento estaba también en mi punto álgido de fan de Underworld… huy, he hecho spoiler de mi propio artículo. En serio: la ropa de Buffy, el pelazo de Buffy, la ocurrencia de Buffy, la fuerza de Buffy (equivalante a la de 10 hombres, si no recuerdo mal), yo quería ser Buffy. Quería dar puñetazos (¿a qué? No lo sé, no tenía a qué dar puñetazos, leemos pero no juzgamos). ¡Me quería comprar un punching ball y colgarlo en mi cuarto! Mi amiga Kris me sacó esa idea de la cabeza, menos mal, a base de vergüenza ajena.
De Buffy no puedo hablar más ahora mismo porque escribiría 18 ensayos del tirón, le he dedicado algún trabajo de la universidad, participé en un podcast hablando de ella (un episodio de Amargor, aquí lo tenéis, de mi amigo Juan Flahn), evangelizo sobre Buffy siempre que puedo (hay mucha gente que la considera basura sin haberla visto y sin saber hasta qué punto fue novedosa)… En fin, es que nos salvó. Buffy nos salvó, herman@, si estás leyendo esto ahora mismo es gracias a los múltiples sacrificios de Buffy. Oremos. Se merece, y lo tendrá, su propio post.
Selene: una vampira centrada en sus movidas, su venganza y nada más.
Es evidente que el tema magia-vampiros era una realidad paralela que yo quería vivir y lamentablemente, no existía. Entré en el cine el 17 de octubre de 2003 (o el 25; fue cerca de mi cumple, pero no sé qué viernes fue), pensando que me iba a dar miedo y que no sabía dónde me estaba metiendo, pero ese salto… ESE SALTO me atrapó. ¿Cómo se podía saltar así, desde esa altura, con esa elegancia? En serio, si no has visto Underworld (que se considera floja, pero en realidad la trama que plantea era bastante novedosa para su época), seguro que en algún tráiler o algún reportaje has visto ese mítico salto. De todas las mujeres que he mencionado, Selene y Buffy son las que más me influyeron. No podía con esos niveles de guaycidad, ya lo he dicho, pero es que Underworld marcó un antes y un después: me obsesioné tanto, tanto, que una amiga me la regaló en dvd pirata, grabado del cine, antes de que saliera a la venta. Para cuando me la pudieron comprar mis padres en dvd, ya me la sabía de memoria, así que empecé a verla en inglés con subtítulos. También me la aprendí, dentro de mis límites de teenager. Me pedí la novela y la banda sonora, descubriendo varios grupos que a día de hoy me siguen gustando y a David Bowie. Pero lo que más le debo a Underworld, sin ninguna duda, es que fue el detonante de mi escritura. Yo había escrito cositas sueltas para clase, me encantaba hacer redacciones y todo tipo de comentarios de texto… sin embargo, no empecé a escribir a diario hasta que Underworld no me pudo dar más de sí.
¿Qué sucede? Que este post hasta aquí ya se ha hecho largo y he seguido escribiendo hasta… bueno, hasta darme cuenta de que estaba redactando un nuevo post sobre cómo empecé a escribir 😅Así que ya tenemos casi listo la próxima newsletter sobre ficción, coleguis.
¿Por qué estos personajes fueron tan relevantes para mí?
En todos estos referentes podemos encontrar un denominador común que, hasta este momento, he definido como guaycidad. Vamos a desgranar este concepto: todas son fuertes, a su manera y de forma coherente con su pasado y su universo (no podemos comparar la fuerza de Punky, una niña huérfana que sale adelante hasta que la adoptan, con la de Buffy, una adolescente que de repente debe salvar al mundo y morir en el intento). Todas son valientes, todas enfrentan sus dificultades con buen humor (bueno, Selene no, pero ella puede tener el humor que le dé la gana), todas saben poner a la gente en su sitio. Mi pequeña Elena necesitaba ser más Punky para salir del círculo del bullying, pero no le salía bien. Y, entonces, empezaron a llegar esos otros personajes que eran lo contrario a mí y que despertaban toda clase de ideas en mi cabecita impresionable. De hecho, con el tiempo he llegado a entender que Xena también era mi amor platónico. La confianza en sí mismas, en sus habilidades; la capacidad de anticiparse a los problemas, de hacer lo necesario aunque no les apeteciera, el respeto de sus amistades (las mías eran justitas) y de sus semejantes… Yo, simplemente, no veía en mí ese tipo de cualidades. Y por ello las admiraba tanto.
Uf, ha sido intensito profundizar en la miniyo que tenía todo el tiempo del mundo para ver series en los horarios establecidos por la televisión y fantasear con ellas. Es curioso: como adulta, tengo la opción de ver cualquier serie en cualquier momento, pero con lo que realmente fantaseo es con el tiempo para disfrutarlas. Por supuesto, hubo muchísimos personajes más que me encantaron, también de animación y de novelas infantiles, pero eso será en otro post.
Por favor, cuéntame qué personajes influyeron en ti en tu más tierna infancia y adolescencia. Expláyate lo que quieras, ¡me encanta comentar personajes! Y, si te ha gustado este post o te has echado alguna risa pensando en lo loquita que estaba, porfi, suscríbete, compártelo y dale like: me ayudas mucho.
Y ahora, la promosió:
Aquí te propongo un reto de escritura.
Aquí te hablo de lo perdida que estoy y que creo que estamos, en general.
Aquí me presento y te explico por qué soy tan caótica con esto de la escritura.
Me ha gustado el concepto "guaycidad". Me has dejado pesando porque no soy tanto de series y no me viene ningún referente como los comentados, aunque me encanta leer estos análisis porque me hacen volver a un tiempo donde había más emoción que palabras. Fui más de dibujitos animados, así que esperaré otro post de personajes animados.
Ay me has hecho recordar lo adicta que era (que soy) a las series. Xena lo es todo! Amoo esa serie (el año pasado la volví a ver y recién vi el último capítulo 😪 memorable). También me gustaba mucho Hechiceras (en Latinoamérica se llamaba así) ❤️