Con 13 años recibí mi primer rechazo editorial... pero escribí una trilogía
No sé en qué momento me eché a perder😒
Disclaimer: ¡Hola! Este post pertenecía a uno anterior en el que te hablaba de cinco personajes femeninos que influyeron en mi personalidad (en realidad… en la de gran parte de mi generación, seguro). Pero me metí tanto en materia que, cuando quise darme cuenta, tenía material para otra publicación, porque el post original y primigenio iba a ser el equivalente en texto a Lo que el viento se llevó. Continúo pues, por donde lo había dejado.
Underworld me influyó tanto que, cuando ya no sabía de dónde sacar más información de la película, no me quedó más remedio que inventarme la mía propia basada en ella.
Por supuesto, los protas de mis primeras tres novelas fueron inspirados en la película, aunque la historia no tenía nada que ver. Me creé mi propio lore: en mi universo, los vampiros podían salir de día porque tenían pastillas que se lo permitían (realmente, en Underworld inventaron las balas ultravioletas y las de nitrato de plata líquido para los licántropos, así que tampoco eran un disparate mis cápsulas de 50 fps). No necesitaban alimentarse de humanos porque compraban la sangre en bolsas, no sé dónde, no me preguntes, tampoco es que te haga falta ahora mismo una bolsita de AB-Negativo (espero).
En un año, escribí una trilogía con una protagonista inspirada en Selene, pero que no se le parecía en nada, realmente, excepto en la guaicidad. Era tenaz, era muy inteligente, era profesora de inglés en la Sorbona. Vestía increíble y tenía pelazo. Se enamoraba, pero nunca perdía sus objetivos de vista. Al menos, así la recuerdo… ten en cuenta que tenía 13 años 😅 Antes de terminar ese año cerré esa trilogía, con su correspondiente llorera, y comencé otra en un universo diferente, pero también con vampiros.
Evidentemente, confiando en mí como la promesa de escritora exitosa que era, mis padres me llevaron a registrar la primera historia al Registro de la Propiedad. Tenía que ser entre semana y por la mañana, así que falté a clase y luego nos fuimos a desayunar. Yo no faltaba nunca y aquello de estar “haciendo pellas” por irme con mis padres a registrar mi primera obra era toda una experiencia. También te digo que era necesario: había decidido enviar mi manuscrito a Salamandra, nada menos (mi único referente de editorial en ese momento, por la saga de Harry Potter). Se tomaron algo de tiempo para responder y, muy educadamente, rechazaron mi propuesta dándome a la vez ánimos para que siguiera escribiendo. Creo que tenía ilusión pero los pies en la tierra; y cuando llegó el rechazo lo encajé bastante bien, dado que fue el año más productivo de mi vida en términos de escritura. Posiblemente sea el rechazo que mejor he encajado nunca, ahora que lo pienso.
En la segunda trilogía añadí más criaturas y me inventé conceptos que me costaba mucho sostener y hacer funcionar, pero yo lo intentaba. Terminé la primera novela y me quedé a mitad de la segunda, tal vez quise abarcar demasiado (¿te suena?). Desde entonces, no he sido capaz de escribir un manuscrito de ficción tan largo. Y alguna vez he leído la primera de aquellas novelas y… madre mía. Menudo dramita. Cómo se notan la edad, la falta de experiencia en todo, el querer escribir sobre el mundo adulto, que no conocía realmente… A pesar de ello, mi pequeña Elena interior sigue sintiéndose orgullosa de haberlas terminado. Me demuestra que soy capaz, que ya lo he hecho antes, que sólo tengo que ponerme manos a la obra y obsesionarme con mi historia.
Recuerdo el momento en que tecleé la palabra “Fin” en mi ordenador del pueblo, porque los fines de semana estaba allí y coincidió sin que lo esperara, tal era mi ausencia de planificación. Me quedaba escribiendo hasta la madrugada con permiso de mis padres. Tenía el monitor encima de la CPU en una mesita alta y estrecha y el teclado y el ratón en una más bajita, con una faldilla roja. Realmente, no necesitaba pedir permiso para trasnochar: por la mañana les decía que había estado escribiendo hasta las 2 o las 3 y a mis padres les encantaba la idea. Entre semana tenía horarios normales, claro, pero dedicaba las tardes enteras a escribir. No tuve internet hasta los 16 y esto fue un factor clave.
Terminé mi primera novela un domingo a las 2.10 de la madrugada. Entre mis amigas, sus padres y mis profes, era toda una aventura que estuviera escribiendo; o, al menos, eso me transmitían. Todo mi entorno estaba muy, muy orgulloso de mí. Yo vivía una sensación inigualable como creadora y responsable de mis propios proyectos. Era la primera vez que tenía que enfrentarme a la disciplina y la constancia impuestas por mí misma, más allá de mis estudios.
Ese verano, le dejé la novela impresa a mi profesora de Lengua, a la que adoraba, esperando que fuera bastante crítica porque solía serlo con mis notas cuando bajaba unas décimas. El primer día de clase se acercó a mi mesa, se puso en cuclillas para estar a una altura más próxima a la mía y me dijo: “Bueno, bueno, ¿por dónde empiezo? Me ha encantado cómo has mantenido la intriga hasta el final, con el tema del colgante… Y cómo has desarrollado la psicología de la protagonista”. Esto me recuerda que tendría que escribir un post dedicado a todas las profesoras que me animaron en este viaje desde el colegio. No existía el concepto “mantener la intriga” en mi cabeza: no sabía cómo había hecho nada de eso. “Creo que hay demasiados tacos, que para una joven inglesa que enseña en París, no me cuadra mucho, pero bueno”. Sabía que respecto a esto sí me iba a caer una pequeña charla, pero a mí me parecía que tenía todo el sentido del mundo que mi protagonista hablara así. Ahora, pensándolo bien, no lo tenía.
En realidad, este post se iba a llamar “Escribí una trilogía con 13 años: Así fue como lo hice”. Pero no he tardado en darme cuenta de que no hay mucha intriga, en realidad, en el cómo: simplemente estaba tan, tan obsesionada, que empecé a escribir para dejarlo salir. No sabía lo que era una escaleta. Tenía un par de libretas donde iba apuntando curiosidades, ideas, descripciones de personajes… todo lo que normalmente teníamos que hacer en Lengua, para analizar los textos que nos mandaban, yo lo aplicaba a mis propios relatos. Incluso guardé (y aún las conservo) fichas que nos dio otra profesora en 1º de la ESO con adverbios y expresiones para indicar temporalidad, lugar, acción… Todo era susceptible de ser una herramienta o una idea para mis relatos.
Sé, más o menos, dónde quedó aquella disciplina y aquel darlotodismo cuando fui creciendo: en la autoexigencia, en la inseguridad al sentir que me juzgaban, en tener que escribir todo el tiempo para aprobar y para trabajar. Ya que se habla tanto de recuperar a nuestros niños interiores, creo que esa es mi principal tarea en Substack: obsesionarme de nuevo con contar historias, hasta que todo vuelva a ser susceptible de ser una idea. De hecho, lo tengo puesto en mi currículum: “Si me contratas, escribiré sobre ti”😉
Y tú, ¿cómo empezaste a escribir? ¿Recuerdas el momento concreto, la chispa que prendió tus palabras, o es algo que haces desde tienes memoria?
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Que maravilla poder reencontrarse con esa parte que nos invade cuando somos tan genuinos y en mi caso no sirve para vivir en un mundo de trabajos manuales. Yo empece mas tarde a escribir y me daba muchísima vergüenza que alguien lo leyera pues era poesía amorosa a mis 16, y de hay, pase a relatos cuentos y novela, todo de un modo muy autodidacta, mucha imaginación que necesitaba ser expresada, un rio abundante de historias, sensaciones que me ayudaron a organizar mi cabeza en palabras, dibujos y mas herramientas de exploración. Cuanto me llena de alegría encontrar en este medio tantas personas que sienten y ven el mundo desde tantos planos diferentes con su visión única, aprendo tanto que me llena de gozo poder leeros y compartirnos. Gracias a todas las personas conectadas a ese flujo de nergia inspiradora que nos mueve.
¡Ay, me hubiera gustado conocerte a los 13 años y haber leído tu historia ahí!🌟
Amé ese momento familiar de ir a registrar el libro y desayunar juntos (yo descubrí que era bueno registrarlo al año de haberlo publicado y recuerdo ese momento de manera especial)
Qué bueno haber sentido ése apoyo. Pero sobre todo de la Elena-adolescente ¡que tenacidad! se propone un reto tan potente y lo culmina.
Tiene mucha magia esas horas de madrugada y los padres cómplices que dejan estar de madrugada escribiendo. Imagino la fascinación de crear mundos, conseguir mantener la intriga y la capacidad de desarrollar la psicología de la protagonista (qué importante y qué difícil)
Me uno al objetivo de dar más vida a mi niña interior (siento que creando es más ella) 😍
Gracias por contarnos algo tan especial.
Justo a esa edad empecé a escribir, me dio mucha vergüenza y no lo conté. Recuerdo el instante que me hizo subir a casa tras la vuelta de clase, ir a la libreta y empezar a crear. fueron varios escritos que se quedaron el cajón.
Murió la idea de escribir hasta muchos años después. Realmente el libro que escribí lo pasé escribiendo en mi mente 20 años, de los 20 a los 40.
Ya puedes perdonar, aquí me da por crear comentarios que cualquier día se convierten en lo que el viento se llevó 😂😂 nunca entenderé las personas que leen y no comentan textos asi, o son capaces de solo poner un emoticono 🤭